
Cumplimiento normativo y cultura de integridad.
El cumplimiento normativo, que inicialmente surgió como una obligación legal y regulatoria, ha evolucionado para convertirse en un factor clave en la sostenibilidad y la competitividad de las entidades.
Por: Giorgio Trettenero Castro*
El cumplimiento normativo en la actualidad no solo se enfoca en evitar sanciones legales, sino que constituye un componente integral de la buena gestión empresarial y la confianza de sus stakeholders. Esta evolución responde a la necesidad de enfrentar entornos regulatorios cada vez más complejos, así como a las crecientes expectativas de los distintos grupos de interés.
En este contexto, resulta fundamental que el cumplimiento esté alineado con la estrategia corporativa y no solamente con las disposiciones legales.
Incorporar el cumplimiento a los procesos de toma de decisiones, al propósito institucional y a los valores organizacionales, garantiza una función de compliance con capacidad real de generar valor, reducir riesgos y fortalecer la gobernanza corporativa.
Las entidades que adoptan una visión proactiva y alinean el cumplimiento con su estrategia, propósito y valores corporativos, son capaces de anticipar cambios normativos y sociales, fortaleciendo así su resiliencia empresarial. Además, generan una confianza institucional que se traduce en ventajas competitivas sostenibles.
Sabemos que fallas en la labor de cumplimiento pueden comprometer severamente la sostenibilidad, el crecimiento y la rentabilidad de una organización y producir un grave deterioro de la reputación institucional, la imposición de sanciones financieras o penales y la pérdida de confianza y de relaciones comerciales frente a terceros.
Por ello es absolutamente capital que, desde las más altas esferas de la organización, se dé a la labor de cumplimiento su importancia y se incorpore a la cultura empresarial.
En este contexto, el oficial de cumplimiento se ha convertido en un socio estratégico del negocio. En esta función, se desempeña como consejero en la adopción de decisiones relevantes para que las mismas, además de adoptarse con observancia del marco legal, tengan en cuenta los riesgos de la operación de la entidad y se guíen por el cumplimiento de las metas, objetivos, misión y visión organizacional.
La cultura de integridad como elemento fundamental del compliance moderno
La integridad, según el Glosario de Términos de Integridad Corporativa del PNUD y la UNODC, se refiere a las conductas y acciones coherentes con una serie de normas y principios morales o éticos, adoptados por personas e instituciones, que operan como una barrera contra la corrupción y en favor del Estado de Derecho. Es la estricta adhesión a un código moral, reflejado en honestidad, transparencia y completa armonía en lo que se piensa, se dice y se hace.
Así las cosas, se puede señalar que la cultura de integridad es el conjunto de valores, principios éticos y comportamientos que orientan las decisiones y actividades de una organización, garantizando que actúe de manera ética, transparente y conforme a la ley.
Esta cultura de integridad constituye el sustento intangible sobre el cual se edifica un sistema de cumplimiento normativo robusto y eficaz. Su incorporación como eje central del compliance moderno responde al reconocimiento de que el cumplimiento no puede depender únicamente de controles formales o mecanismos punitivos.
Mientras que el compliance tradicional se centraba en seguir las reglas y evitar sanciones legales, la cultura de integridad se enfoca en promover un comportamiento ético y responsable, independientemente del nivel jerárquico.
Es un paso más allá del cumplimiento regulatorio en su sentido tradicional: se trata de crear una mentalidad organizacional que valore la ética y la transparencia como componentes esenciales de la estrategia empresarial, en la cual los valores y la responsabilidad sean intrínsecos a la identidad y las prácticas comerciales de la entidad.
Este cambio cultural, en el cual el cumplimiento unido a la ética y la trasparencia tienen un protagonismo principal en la organización, comienza desde la cúspide: la alta dirección.
El compromiso y liderazgo de la alta dirección es determinante para que el cumplimiento y la integridad sean parte intrínseca de la cultura organizacional, más allá del simple cumplimiento de ley y la prevención de sanciones legales.
Es el directorio o consejo de administración quien debe establecer el tono, fijar las expectativas y definir los estándares exigibles y aplicables a todos los niveles de la organización, de manera que sus miembros puedan tomar decisiones y desarrollar sus actividades alineados con dichos principios.
De igual forma, corresponde al directorio garantizar la disposición efectiva de los recursos necesarios y proporcionar tanto el sustento como el respaldo constante a la labor de cumplimiento. Sin ese apoyo explícito y sostenido, no es posible instaurar una cultura de integridad y cumplimiento en la organización, ni lograr la adherencia de sus colaboradores.
El “tone at the top” y el apoyo de la alta dirección: clave para lograr tener una exitosa cultura de cumplimiento
El concepto de “tone at the top” se refiere al conjunto de actitudes, comportamientos y valores que proyecta la alta dirección, y que ejercen una influencia directa en toda la organización. Este tono se manifiesta en la forma en que los líderes comunican, practican y refuerzan los valores éticos y de cumplimiento.
El liderazgo ético actúa como espejo: si los líderes priorizan la ética y el cumplimiento, el resto de la organización seguirá su ejemplo.
Este tono debe ser coherente, constante y comprometido, de manera que logre alinear a todos los niveles jerárquicos con los objetivos éticos y normativos de la empresa.
Además, un “tone at the top” sólido no solo fortalece la cultura interna, sino que mejora la reputación externa. Los stakeholders (clientes, inversores, reguladores) perciben el compromiso real de la organización, aumentando la confianza y reforzando su posición en el mercado.
En conclusión, el cumplimiento normativo y la cultura de integridad no son funciones aisladas ni responsabilidades exclusivas del área de cumplimiento. Constituyen elementos estructurales de la gestión empresarial moderna, cuya efectividad depende en muy buena parte del liderazgo, compromiso y ejemplo de la alta dirección.
El involucramiento activo del directorio y de la alta administración es fundamental para consolidar un sistema de cumplimiento que genere valor, proteja a la organización frente a riesgos críticos y fortalezca su posición estratégica en el entorno competitivo actual.
En este sentido, el rol de la alta dirección no es accesorio, sino determinante. Su compromiso visible es la piedra angular para instalar una cultura de integridad que atraviese todos los procesos y niveles organizacionales.
*Secretario general de la Federación Latinoamericana de Bancos FELABAN.